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domingo, 5 de agosto de 2012

AMANECER ANGEL

En realidad no sabia si estaba viva o muerta solo que permanecía tumbada en la cama sin hacer el mas mínimo ruido perceptible por mis sentidos, su abdomen no se inclinaba bajo las sabanas como en otras ocasiones, su caja toraxica apenas se movía. No estaba seguro si quien compartía mi lecho era la princesa que estaba presente en todos mis amaneceres o bien si se trataba de un cadáver. No quise averiguarlo al menos no todavía, quería convencerme de que me equivocaba, a pesar de que sentía ese sentimiento de pánico que siempre acontece a la barbarie, esa parálisis que precede al descubrimiento de la peor de las  noticias. Tal vez se debía al aturdimiento matinal que me hacia interpretar lo que no era cierto, pues mis sentidos aun no estaban del todo despiertos, confiaba en que se tratase de un error, aunque el no saber si la mujer a la que amaba estaba viva o tal vez fuese ya un ángel, a pesar de que no lograba oír el leve rumor de sus alas, comencé a dudar, la duda no tardo en producir sentimientos de desesperación. Era evidente que necesitaba una respuesta inmediata, - no puede ser que se apague su sonrisa franca junto a sus carantoñas, que no la vuelva a ver sin al menos una despedida urgente, un ultimo beso.
Finalmente me decido a acariciarle el brazo, tal vez si percibo la mas leve respuesta por su parte acabe con esta duda que me destroza. La acaricio con la esperanza de percibir un leve movimiento que me confirme que no existe motivo para la duda, por que lo que ocurre es que duerme plácidamente. Durante un instante llego a percibir un ligero espasmo por su parte, como si se hubiese molestado por haberla despertado de su confortable letargo, aunque su respuesta no fue suficiente, tal vez el peso de mi cuerpo al aterrizar en su piel haya sido el causante de esa respuesta. Si frunciera la frente, si abriera los ojos, si su incomodidad fuese mas contundente...
observo la almohada que sustenta su cabeza, intento elevarla, moverla para procurar desubicar la posición en la que se encuentra, el extremo de la almohada tiene la longitud necesaria para cubrir su rostro, como si no fuera consiente de mis propios actos, repentinamente observo como su rostro es cubierto por la misma de tal forma que dificulte su respiración, son mis manos las que presionan la almohada contra su rostro. El estimulo es mas contundente por lo que la respuesta no tarda en presentarse con la misma magnitud, sus piernas no paran de moverse bajo las sabanas, sus manos intentan ofrecer resistencia, sus palabras ahogadas no paran de preguntar- ¡¿que haces?!, pero que respuesta dar, que argumente es valido para justificar este acto.
No tardaron en desaparecer las respuestas, la resistencia, los intentos desesperados por vencer la fuerza que imposibilita el aliento.
ya no hay duda, a mi lado yace un ángel, respiro aliviado.

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